En tiempos donde cada vez más la apatía y la indiferencia
ganan terreno, se agradecen –o al menos por mi parte –las películas como Shame, que nos cuentan una historia que
n papel puede sonar burda, facilista y morbosa, pero que en su resultado invita
a algo más que verla.
Esta es una historia de un oficinista con una buena pega, su
departamento propio y su adicción al sexo. Pero es importante detenerse ahí
–sin dar mucho dato para no spoilearlos
–y resumir que la película no trata de esto sencillamente, lo que nos llevaría
a un producto más erótico que dramático.
Shame se centra
en los problemas más íntimos de Brandon (Michael Fassbender), su personaje principal, y en cómo
éste los trata de solucionar en los cien minutos de metraje. Atravesando por
hechos y subtramas que están siempre ligadas a un drama contenido, a un
sufrimiento tan reprimido como las carencias que sufre el protagonista.
El montaje es excelente, con tomas intensas, cargadas al
close-up para demostrar el sentimiento inmediato de sus personajes, y
secuencias rápidas que nos van bombardeando la vista constantemente, con una
ambientación muy oscura, escenas casi siempre nocturnas, casi misteriosas, como
escondiendo siempre algo, y como invitando a algo más allá.
Hay elementos de Shame
que son fuertes para muchos, como el hecho de que Fassbender se muestre desnudo por completo, o escenas de sexo poco
vistas –no detallaré pues es parte importante del desarrollo –que chocarán con
más de algún espectador. Pero lo inteligente del guión de Abi Morgan coescrito por el mismo director de la cinta Steve McQueen, es que todo lo sexual de
la película es un vehículo para permitirnos
entrar a un mundo interior de Brandon que podría ser insufrible para
cualquier persona.
Así, esta película nos muestra un personaje tan extraño
–para muchos –como común, insertado en una sociedad que, más que odiarlo o
quererlo, no lo comprende y, como él posee la madurez y sentido común de saber
cuál es su rumbo, se encuentra en una habitación sin ventanas ni puertas,
intentando huir de algo que se esconde en sí mismo.
La aparición de su hermana Sissy (Carey Mulligan) es interesante y le agrega un elemento
que si bien carga la historia algo al melodrama, refuerza la idea principal de
mostrarnos a un personaje que no puede sentir algo tan normal para la gran
mayoría.
El problema psicológico de Brandon se muestra de forma tan
sagaz que los desnudos y el hecho de ver tanta carne en pantalla nos entregan
no la condición del personaje sino más bien sus síntomas, y cómo estos más que
darle placer lo persiguen constantemente sin permitirle disfrutar ni los más
mínimos detalles en cualquier tipo de relación.
Shame es precisa,
sin ser demasiado obvia ni obra maestra. Una muestra de cine directo, indie,
con un manejo de McQueen perfecto,
en tiempos y personajes y con una actuación brillante de Fassbender digna de cualquier premio cinéfilo.
Shame (2011) / Dir: Steve McQueen / Prot: Michael Fassbender
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